Federico Ortega D.-
Una de las secuelas del recordado y mítico Viernes Negro cuando despuntaba la década de los 80 fue el renacer de la creatividad del venezolano y la necesidad de invertir en el país. Los centros de entretenimiento fueron un punto de honor.
Bajo el lema de “Si no puedo salir a pasarla bien la pasaré bien aquí”, empresarios emprendedores comenzaron a “inventarse una” para ofrecer diversión a grandes y chicos. Así nació la idea de los Hidrotubos, un sistema de toboganes gigantes por donde se lanzaban y bajaban en medio de curvas de infarto para caer en una piscina. La sensación era única y muy, pero muy emocionante.
Cuando inauguraron este tobogán en Caribe, parroquia Caraballeda, todos afirmaban que era una mezcla de montaña rusa con toboganes y tuberías, “una loquera vale, pero ful adrenalina, de muerte lenta pana”, decían los chamos con los ojos desorbitados, chorreando agua clorada, con las piernas tembleques y una risa enloquecida mientras se empujaban para subir de nuevo.
A los Hidrotubos se llegaba en autobús y se esperaba a los “recogelocos”, a las busetas y cuando la quincena era productiva hasta se tomaba un taxi. Si en el grupo había uno con carro o con acceso al carro del papá, mucho mejor, porque la diversión se extendía con el gentío en el carro pegando gritos de regreso.
Pero los Hidrotubos no eran la única diversión, se podía preparar un “Plan de Vuelo” que incluía playa Los Cocos, Tropi Burguer, Crema Paraíso y un rato de calma en la plaza Las Palmeras de Tanaguarena. Un cierre con broche de oro era contar en la noche, en la esquina de la casa, las aventuras del día y planificar otro fin de semana de locuras en los hidrotuboos.
Los Hidrotubos tuvieron una corta pero muy divertida vida, parece que el terreno donde fueron construidos no era muy firme y la estructura estaba cediendo, se escuchaban palabras como nivel freático, filtración… en realidad no importaba, lo que le dolió a esa generación fue ver que un sábado cualquiera los Hidrotubos ya no estaban allí.
Pero quedaron en la memoria de muchos varguenses que siempre dijeron con orgullo, “los Hidrotubos del Caribe eran la octava maravilla del mundo moderno”.
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