Federico Ortega Díaz.- El fisicoculturismo para lucir cuerpos monumentales con músculos abultados ha dejado de ser una actividad puramente estética para asumir roles de salud y bienestar, no sólo físico, también anímico. Un cuerpo fuerte y sano garantiza seguridad, resolución y m
ucha autoconfianza.
Así que la salud venció a la vanidad, pero en sus inicios, “ser kilúo” era ser parte de un culto a la más “brejetera vanidad”. Por algo se dice que el culturismo físico tuvo sus albores en la Grecia Clásica, su Edad de Oro en los 70, y su Era Esnobista en los 80.
El papá de los kilúos
El pionero del fisicoculturismo fue el atleta prusiano Eugene Sandow, nacido en 1867 y fallecido en 1925. Fue el primero en realizar exhibiciones para mostrar su bien formada musculatura la cual desarrollaba mediante ejercicios gimnásticos, barras, argollas y levantamiento de pesas, que eran
grandes bolas de hierro calzadas en los extremos de una barra de hierro.
Sandow diseñó aparatos a base de poleas que comercializó en escuelas, academias militares y de policías. Hasta ese entonces los hombres con grandes músculos eran los famosos “Hombres más fuertes del mundo” de los circos o quebranta huesos a sueldo.
A Sandow se le atribuye la primera competencia de fisicoculturismo realizada en el Royal Albert Hall de Londres el 14 de septiembre de 1901, en esta competencia no sólo se tomó en cuenta el desarrollo muscular, también las poses, que fueron otra obra de Sandow.
Los adalides musculosos y sus aportes
No todo el crédito pertenece a Sandow, otros surgen después y fortalecen, además del cuerpo, la disciplina, entre ellos el canadiense Joe Weider y sus pesas de discos, y Charles Atlas con su “Tensión Dinámica”, una técnica que utiliza la propia fuerza de la persona sin recurrir a las pesas y otros aparatos.
En los 80, cuando la furia por los mega músculos se convierte en un culto cuasi religioso, aparecen en la pantalla grande los más queridos kilúos del cine: Arnold Schwarzenegger y Silvester Stallone con sus Conan El Bárbaro, Terminator, Rocky y Rambo.
Ya nada podría detener a los kilúos.
La elite de los kilúos y las kilúas
En los 80 ir al gimnasio es una forma de vida, un estilo, una elite urbana donde se crean normas, lenguaje, moda, hábitos de alimentación, productos y centros de reunión.
Los kilúos aquí y el resto del mundo por allá, habla de bíceps, tríceps, pectorales, pantorrillas, deltoides, aeróbicos, mega, super, hiper, poleas, banco, press, alto y bajo impacto, bebidas energéticas, electrolitos, frutas ricas en potasio, dietas hiper calóricas y proteicas, anabólicos. Las tiendas llenan sus vidrieras con prendas de licra, zapatos especiales, franelillas con las mangas muy ajustadas porque…de qué te vale tener unos bíceps tipo Rambo si no los vas a lucir.
Y ellas no se quedan atrás, además de los aeróbicos que endurecen y afirman donde debe estar duro, van por las pesas y aparatos, se adueñan de multifuerzas y mancuernas, los músculos femeninos lucen tan poderosos como los masculinos.
Las feministas encuentran en el fisicoculturismo otro campo de batalla para derrotar al machismo que según ellas, “sólo nos llevan de ventaja el bigote, y sin embargo…”
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